el oso está nervioso

Yo lo arriesgo todo, todo, pero todos arriesgan todo, lo quieran o no, hagan lo que hagan, aunque crean que no hacen algo especial el riesgo está ahí, avanzando, y arriesgarlo todo no quiere decir mucho, porque realmente hay poco que arriesgar, el todo de una persona es tan poco, es tan poco su familia, sus amigos, sus logros, sus derrotas, sus mascotas, arriesgue lo que arriesgue, usted o yo, los dos, vamos a perderlo; pero hay una diferencia, siempre hay una diferencia, solo que no sé dónde ni cómo ponerla, de todas formas lo intentaré: El que tiene poco, el miserable, el bruto, ese que hasta sonríe porque no tiene conciencia de lo insignificante que es, ese que apenas si tiene el aire que respira y el sol que entibia sus huesos, ese va regresar casi como vino, apenas dejará unos trapos y ningún supuesto bien al mundo, ninguna teoría de la relatividad, ningún puente, ningún libro, ese miserable se va tranquilo a descansar porque no acumuló y apenas si consiguió reproducirse, en el mejor de los casos (por favor, tomar con pinzas la palabra “mejor”); con esto no quiero decir que yo sea un miserable, tengo mucho y lo veo y sé que no me lo voy a llevar a ningún sitio cuando lo pierda, pero esa sensación de arriesgar más para perderlo es de una desesperación gloriosa, divina y grotesca; no, miento, yo siempre miento, no tenga miedo, en serio, realmente no hay qué temer, ya que no hay qué perder.

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